lunes, 16 de noviembre de 2020

 DÍA DE LA TRADICIÓN

El Día de la Tradición se celebra el 10 de noviembre, día que nació el escritor José Hernández, defensor del arquetípico gaucho y autor del inmortal "Martín Fierro", obra cumbre de la literatura gauchesca, relato en forma de verso de la experiencia de un gaucho argentino, su estilo de vida, sus costumbres, su lengua y códigos de honor.




Que sea siempre tradición amarla y respetarla...
CANCIÓN DEL JACARANDÁ" POR EL CORO DE NIÑOS DEL TEATRO COLÓN
El Coro de Niños, bajo la dirección del maestro César Bustamante, interpreta una versión coral de la Canción del Jacarandá, compuesta en 1966 por María Elena Walsh y Palito Ortega.

https://www.youtube.com/watch?v=XkWoKpkTvJ0

https://www.youtube.com/watch?v=XkWoKpkTvJ0&authuser=2




 Los invitamos a leer este interesante artículo:

Cuarentena y después.Acompañar a los hijos en la nueva normalidad.


Cuarentena y después. Acompañar a los hijos en la nueva normalidad, por


A Lo largo de los últimos meses, desde que empezó la pandemia, venimos procesando vivencias y sentimientos de pérdida de independencia y control, de miedo e incertidumbre. Perdimos la ilusoria omnipotencia que nos acompañaba y crecía desde mediados del siglo XX, a partir de todo tipo de adelantos tecnológicos y científicos que nos permitían imaginar que teníamos el control de nuestras vidas y podíamos lograr lo que nos propusiéramos. En ocasiones aparecían señales de que esto era solo una ilusión, pero rápidamente lo olvidábamos y retomábamos nuestra ciega confianza. Nos convencíamos de que las cosas malas les pasaban a otros, o que nos podían ocurrir una sola vez, o que eran producto de la mala suerte y no iban a repetirse.

Ahora transitamos meses de duelo, con sus altibajos, procesando pros y contras, como en cualquier situación nueva. Seguimos en cuarentena, pero anticipamos una segunda etapa, en la que, de a poco, lo que era habitual hace un tiempo vuelve a vislumbrarse como posible. Aunque nos cueste creerlo, tendremos que hacer otro duelo, otra despedida, otro procesamiento de aquello que ganaremos y de lo que perderemos al salir de la cuarentena para volver a la vida anterior, que de todos modos no va a ser la misma porque el mundo y la sociedad no son los mismos, y nosotros y nuestros hijos tampoco.

Hasta que no tomemos plena conciencia de los duelos implícitos en cada etapa y los procesemos, nop odremoacompañar a nuestros chicos en la elaboración de los cambios que se irán sucediendo en sus vidas y en la adaptación a esos cambios. Esa adaptación nos permitirá aceptar las condiciones de cada etapa sin derrochar energía en protestas y peleas que no conducen a nada, sin rendirnos, defendiendo aquello que nos parece razonable. También, sin perder la esperanza o la confianza de que podemos influir en el entorno, de que somos capaces de hablar y ser escuchados para lograr cambios, para lograr que a su vez el entorno y el mundo se acomoden un poco a nosotros.

Como seres humanos, nos angustiamos, nos enojamos, nos frustramos, nos cansamos. Por momentos nos asustamos, nos deprimimos, y nos hartamos o irritamos, tanto en asuntos banales como en otros muy serios: la posibilidad de perder el trabajo, la preocupante situación socioeconómica del país, la eventual posibilidad de que nuestros familiares mayores enfermen, el sabernos único sostén de nuestro hogar con hijos a cargo y no lograr mantener al día todo lo que tenemos que hacer, incluido el apoyo emocional de nuestros hijos, que a su vez también tienen miedos, preocupaciones, incertidumbres, y oscilan en estados anímicos variables.

La forma en que los adultos procesemos el último tramo de la cuarentena y transitemos las próximas etapas tendrá enorme influencia en el modo en que nuestros chicos metabolicen lo que viven. Ellos necesitan que sus padres estemos bien, o lo mejor posible dentro de estas complejas circunstancias. Somos sus modelos de identificación, referentes y compañeros en el procesamiento de los hechos vividos. Desde muy niños ellos han aprendido a regularse a partir de experiencias en las que nosotros los acompañamos y ayudamos a hacerlo. Hoy siguen aprendiendo de nosotros, de nuestro modelo y ejemplo. En casa y con nosotros adquieren infinidad de recursos que después enriquecerán en el contacto con el entorno.

Nuestra influencia disminuye cuando crecen y van adquiriendo su propio criterio, pero seguimos siendo sus principales referentes durante muchos años: la base de seguridad de donde salen al mundo, así como los brazos a los que regresan tanto para recuperarse como para celebrar.

Cuidarse para cuidar

Por eso es importante que los adultos -y más si tenemos hijos u otras personas a cargo- nos cuidemos. Para poder seguir cuidando, debemos buscar la forma de recuperarnos cuando nos agotamos e incluso aprender a pedir ayuda. A lo largo del día, necesitamos ratos de recarga de batería para llegar equilibrados y con resto no solo a la noche, sino también al final de la cuarentena: una siesta corta, una charla con una amiga o un hermano, algunas respiraciones profundas, un rato de lectura, de yoga, de música. Durante estos meses descubrimos cuánto necesitamos esas pausas y lo mal que lo pasamos todos cuando los grandes, por desatender esas necesidades, entramos en crisis que habríamos podido evitar y asustan a los chicos.

Si esperamos a terminar con ellos para ocuparnos de nosotros, ese momento no va a llegar y vamos a tender a enojarnos. Por ejemplo, si resuelvo que me voy a preparar un café cuando mi hija termine su tarea de Lengua, la tarea puede convertirse en una batalla y además me enojo con ella porque por su culpa no puedo tomar mi café. Cuánto mejor nos iría si, cuando veo que las dos necesitamos un recreo, la mando a dar una vuelta y me voy a la cocina a hacerme ese café. Volveremos a su tarea con renovada energía para pensar y responder, y ella ya no sentirá el enojo o la frustración de su madre, que seguramente no le permitía concentrarse bien.

Hay dos cuestiones importantes que ayudan a preservar nuestra energía y la de los demás.

Rutinas. Para que la casa funcione, los adultos debemos armar o consensuar rutinas que se sostengan, poniendo límites adecuados en lugar de gritar, ofendernos, desilusionarnos o esperar que los chicos y los adolescentes tomen decisiones de adultos cuando no lo son. Esto incluye acuerdos, que deben ser revisados cuando caen o no se cumplen. Implica armar un equipo en la familia en el que todos colaboren según su edad y posibilidades.

Exigencias. Debemos revisar nuestras exigencias y autoexigencias habituales (horarios, orden) y bajarlas hasta a un límite razonable para esta situación. Lo importante es mantener un equilibrio, no ideal ni perfecto, pero posible.

¿Y qué sucederá el día después, cuando se flexibilice o termine la cuarentena? El estrés no se termina al aflojar la cuarentena: solo cambia. Cuando empiezan a salir, los chicos pierden la burbuja de seguridad que les ofrece su casa contra el virus. Además, les impacta ver a la gente en la calle con tapabocas y tener que usarlo, hacer cola de acuerdo a marcas en el piso para entrar en un local, que se tome la temperatura antes de ingresar, las plazas cerradas o no poder abrazar a sus amigos, primos o tíos si los encuentran en la calle.

Los padres empiezan a irse a trabajar y vuelven el levantarse temprano y los apuros, ellos regresan al jardín o al colegio, pero con nuevas reglas: tenemos que recordárselas, cumplirlas y hacerlas cumplir. Los chicos tendrán miedo de equivocarse y de que los retemos, y a eso se suma la extrañeza de que la maestra no los reciba con un beso al entrar a la clase y no se les acerque ni los toque, sentarse lejos unos de otros, no poder compartir juguetes u objetos.

También les costará saber que todavía no podrán visitar a sus abuelos, a quienes extrañan. La certeza de que son -y todos somos- potenciales contagiadores de Covid-19, "armas letales" para personas a quienes ellos quieren mucho, es difícil de tolerar.

Hacia la nueva normalidad

¿Cómo ayudarlos a transitar lo que queda de cuarentena y la vuelta a la normalidad o a "la nueva normalidad"? En primer lugar, hablemos con los chicos para que pierdan el miedo que, sin advertir las consecuencias, les inoculamos al principio de la cuarentena para que no tuvieran ganas de salir. Ese miedo creció con la televisión y los noticieros. Los padres tardamos en registrar lo tóxico que resultaba para los chicos ver esas imágenes y escuchar testimonios a menudo desgarradores. Lo mismo nos pasó con las conversaciones entre adultos que teníamos cerca de ellos, convencidos de que no estaban atentos ni nos escuchaban. Los chicos tienen que procesar lo que les dijimos al comienzo, lo que vieron, lo que escucharon de modo que confíen en que la calle es segura para ellos y para su familia. Sigamos hablando con ellos hasta que estén tranquilos y confíen en que sus padres están bien informados y toman decisiones adecuadas, que se cuidan y los cuidan, y les enseñan los cambios de pautas y restricciones. Estemos atentos, dispuestos y disponibles para atender sus inquietudes.

La empatía, ponernos en el lugar de nuestros hijos, "caminar unos segundos en sus zapatos", es esencial. Poder comprender lo que les pasa siempre es útil y hoy más que nunca. No podemos desperdiciar energía -que no nos alcanza- en retos, gritos o intentos de convencerlos de lo que es bueno para ellos, y tampoco podemos dejarlos hacer lo que ellos quieren todo el tiempo.

Nuestra comprensión les permite confiar en sí mismos, en lo que perciben y sienten. Cuando son escuchados no necesitan levantar el tono para convencernos y pueden a su vez empezar a escuchar a ese adulto que perciben cercano. Esto no significa decirles que sí a todo, sino comprender deseos y sentimientos, incluso sus pedidos -nunca son equivocados-, aunque de todos modos haya ciertas cosas que no podamos permitirles hacer o decir. Nos cuesta verlos sufrir, pero es inevitable: hoy no pueden visitar a la novia, salir a tomar un helado, ver a sus primos o abuelos, no pueden festejar su cumpleaños en una canchita de fútbol.

Con nuestra empatía, se fortalecen y enriquecen sus recursos. Así crece su resiliencia, es decir la capacidad de adaptación y flexibilidad, indispensable en estos tiempos de incertidumbre y de cambios.

Otros recursos eficaces

Los más chicos tienen un pensamiento concreto que no entiende de fechas, meses o estaciones. Necesitan mirar y tocar para entender, para preguntarse y preguntarnos. Un calendario es una herramienta indispensable, no solo para marcar los días que van pasando, sino también las extensiones de la cuarentena.

Otro recurso es un horario semanal en la puerta de la heladera, donde anotar las tareas y responsabilidades de cada uno y los horarios de pantallas, que irán cambiando con el correr de las semanas. Para no perder la noción del paso del tiempo, debe haber una diferencia clara entre lo que hacemos los días de semana y el fin de semana, que no haya tareas escolares ni trabajo de los padres el fin de semana y que lo pasen bien juntos, con menos presiones.

Armemos también una bitácora familiar, un cuaderno de ruta para anotar los cambios de pautas y permisos que vamos teniendo para salir, con sus avances y retrocesos. Y que los chicos sepan que un grupo de profesionales se reúne para encontrar el mejor camino para cuidar la salud de todos los argentinos y que nosotros, sus padres, tenemos confianza en ese equipo. Nuestras dudas los asustan y confunden, es mejor hablarlas entre adultos.

Puede resultar muy útil e interesante escribir un diario de la cuarentena, individual o familiar, para plasmar lo que vamos viviendo y para tener un documento al que podemos volver más adelante y recordar lo que aprendimos, retomar ideas, contárselo a aquellos que eran muy chicos para acordarse. ¡Es tan tentador olvidar apenas se acaban los problemas! Sin embargo, al hacerlo también olvidamos las lecciones duramente aprendidas durante este período y el diario de cuarentena puede ayudarnos a recordar.

El juego libre es el recurso por excelencia para que los chicos procesen las situaciones vividas. Como decía Freud, los niños hacen activamente lo que sufren pasivamente en la vida diaria y así lo elaboran. Muchos llegaron a la cuarentena con dificultades para jugar (por exceso de pantallas y competencia). Los padres sí lo hicieron en su infancia y pueden favorecer el juego, indispensable para el desarrollo sano y la salud mental de los chicos.

Cuando crecen, elaboran a través del dibujo, la escritura, el arte, la música, la conversación, obras de teatro caseras, canciones.

Sigue siendo indispensable el movimiento, el ejercicio: bailar, correr, saltar, pedalear, patear, jugar fútbol con pelota blanda, el punching ball. Moverse y transpirar levantan el tono vital, favorecen la producción de endorfinas -que nos hacen sentir placer- y activan la circulación. Los chicos descargan enojos y preocupaciones con esas actividades y duermen mejor. Invitémoslos a hacerlas con nosotros, pero no imponiéndolo como obligación.

También hacen bien el yoga, la meditación y la respiración profunda. Hoy tenemos una excelente oportunidad para practicar en familia y disfrutarlo, aprendiendo a vivir en un ritmo menos acelerado.

Ayudan las interacciones sociales a través de las pantallas: una abuela que juegue un rato con los chicos, les lea un cuento o los mire jugar. También, encuentros con primos y amigos en pantalla.

Tiempo en las pantallas

Por último, aprovechemos las pantallas no interactivas. Los adultos a veces necesitamos ratos de niñera electrónica: que vean un dibujito, una película o una serie, un rato de PlayStation, en momentos preacordados o en emergencias. Si nos excedemos en esos tiempos de pantalla, se nos vuelve en contra: son adictivas, los chicos no se sacian y piden más. Así, se "cargan" y se intoxican. Quietos, sentados, no tienen forma de descargar y salen peor de lo que entraron. Lo contrario del juego, en el que procesan, descargan y se "autocuran", o la pantalla "social" interactiva, que los ayuda a recuperar en parte los vínculos personales dolorosamente interrumpidos durante la cuarentena.

Nuestras cicatrices son parte de quienes somos: no podemos evitar que ocurran cosas potencialmente traumáticas; en cambio, sí podemos acompañar a nuestros hijos de modo que puedan integrar esas experiencias y aprender de ellas, para que no dejen -o dejen la menor cantidad posible- secuelas en su vida.

Las claves para la salida de la cuarentena de los chicos son el gradualismo, la anticipación y retomar cada situación después de ocurrida para seguir procesándola, no una vez sino todas las que sean necesarias.

Los cambios serán graduales y eso es bueno: las salidas a la calle, los encuentros con amigos, la vuelta al trabajo o al colegio, las celebraciones. "Vamos despacio que estamos apurados" será un excelente lema, ir haciendo cambios pequeños y seguros, que les den tiempo a los chicos para acostumbrarse.

Anticipar implica contarles unos días antes los pasos a dar, para que tengan tiempo de preguntar, de hablar de miedos y dudas. Es más fácil abordar las cosas antes de que ocurran y así "amasar" la etapa que termina y aceptar la que comienza. Contemos los cambios que van ocurriendo en otros lugares y mostremos fotos o videos de los chicos en esos lugares, entrando al colegio con su tapaboca, respetando la distancia social. Los va a ayudar imaginar, charlar y "jugar" la vuelta al cole y la vuelta de los padres al trabajo. Salgamos con ellos a la calle en los momentos permitidos para que se vayan acostumbrando a las nuevas condiciones.

Aquellos chicos que tienen confianza en sus padres y se entregan a sus decisiones van a salir de casa contentos y entusiasmados. También van a salir felices algunos más "insensatos", chicos que no se cuidan bien o muchos adolescentes convencidos, por la omnipotencia típica de esa edad, de que nada les va a pasar a ellos ni a su entorno cercano. Habrá que estar muy atentos a ellos.

Armar el rompecabezas

Les va a costar a varios grupos pequeños de chicos, por ejemplo a los que estén muy asustados por el coronavirus, ya sea por miedos propios o transmitidos por sus padres; los que llegaron a la cuarentena con temores previos, que seguramente aumentaron en este período; los chicos que tenían dificultades sociales y hoy lo pasan bien en casa y tienen que volver a encontrar su lugar en el grupo; los que hoy pasan el día en las pantallas y tienen que volver al colegio y prestar atención; los que tienen padres que trabajan muchas horas fuera de casa y van a extrañar su presencia. Y les va a costar a todos los más chicos, felices de estar en casa con sus padres. Habrá que prepararse para readaptaciones largas al jardín, para que no sea la vuelta a la normalidad la que deje secuelas.

Tenemos que encontrar el modo de armar este rompecabezas para que tenga sentido para nosotros, nuestros hijos y toda la comunidad. Si tenemos la suerte de no tener graves dificultades económicas -ya sea anteriores o a causa de la pandemia-, intentemos salir de la cuarentena fortalecidos en nuestros recursos y más sabios, más agradecidos, más tranquilos, más sonrientes y con mayor capacidad de disfrutar; que las quejas y los reclamos queden en el camino.

Este período de paréntesis obligado nos habilita a reevaluar:

. cambios en el estilo de vida (equipo con los hijos, nuevos rituales y rutinas, gastos, prioridades).

. el equilibrio entre familia y trabajo, y entre trabajo y ocio (juego, ejercicio, charla, lectura, pantallas, amigos).

. nuestras reales necesidades, distinguiéndolas de los deseos.

. la resignificación de las tareas de sostén de la vida.

. el ritmo de nuestra vida y el de nuestros hijos (¿qué queremos hacer cada día?).

. la importancia de la intimidad y la interioridad.

. qué presencia queremos tener en la vida de nuestros hijos de ahora en adelante.

Ojalá este sea un camino de ida y no volvamos a vivir como lo hacíamos, corriendo para que no nos alcancen los pensamientos; ansiosos, sin poder estar en calma ni profundizar nada en el afán de salir, gastar, cambiar, comprar, viajar, en el que muchos vivíamos. Entonces, como dice la canción, "volveremos a juntarnos, volveremos a brindar, un café queda pendiente en nuestro bar, romperemos ese metro de distancia entre tú y yo, ya no habrá una pantalla entre los dos".


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